SINDICAT DE LA FIGUERA

En este apartado os queremos mostrar y explicar cada uno de los poyectos donde Mas Martinet esta implicado.
En 2004, mientras René trabajaba junto con su padre en Laurona y buscaban garnachas para el vino, les llegó una uva de un viñedo del pueblo de la Figuera. Lo vinificaron y alucinaron. A partir de entonces, René cada año visitaba la cooperativa de La Figuera y probaba sus vinos a raudales. ¡Siempre los encontraba buenos, muy buenos!
Gracias a un encargo del padre de René para hacer un nuevo vino, todo se desencadena. El encargo pasa a su hijo y… todo comienza. René fue a ver a los cooperativistas y les propuso pasar a botella todo el vino a raudales sin coste a cambio de recibir unos kilos de uva para poder hacer un par de vinos. Y les pidió una finca para poder trabajarla y hacer un vino para Venus La Universal (Venus de la Figuera). Los cooperativistas aceptaron.
La primera embotellada del Sindicat de la Figuera se hizo gracias a Quim Vila, de Vila Viniteca. A él se le vendió el vino de esta primera embotellada, permitiendo realizar el diseño de la etiqueta, la impresión, la compra de botellas y cajas (con la avanzada del pago).
En 2014, primera vendimia, René y el equipo llegan a la Figuera. Frío, lluvia… y todo podrido. Todo podrido. Se salva algo por los proyectos de René pero no se pudo hacer el Sindicato de la Figuera. Deciden esperar un año porque el primer año de un proyecto novedoso es muy importante y decisivo.
2015, 2º año, vuelve a llover… pero esta vez no se puede esperar. El Sindicato 2015 fue un vino diferente, más frágil, pero que denota el carácter de la Figuera. Vila Viniteca recibe, finalmente, el vino y comienza a vender por Barcelona, consiguiendo un posicionamiento espectacular.
La colaboración entre René Barbier y la Cooperativa de la Figuera continúa. René ayudaba a los cooperativistas en el tema técnico pero, realmente, el vino se seguía haciendo como siempre se había hecho. En 2014 observa, en 2015 apenas se cambia nada, a pesar de ser una manera diferente de hacer a la que está acostumbrado (sin seleccionar, todo junto a la almazara…) Y poco a poco, se va depurando la técnica y algunos conceptos de viticultura como los tratamientos sistémicos. Y poco a poco, estos tratamientos también se están minimizando (se ha eliminado la aplicación de herbicida y la consecuente, cubierta vegetal tan necesaria)
Y el potencial de la Figuera es muy grande (tanto por espacio como por tipicidad) pero los cooperativistas no ven futuro. La sorpresa llega en forma de ofrecimiento por parte de la Cooperativa a Venus La Universal para que los releve en el proyecto. Los cooperativistas seguirán implicados con las uvas, pero la gestión tanto administrativa como técnica pasará a Venus. Un nuevo reto que se acepta con ganas y mucha ilusión renovada.
La Figuera es una de las zonas del Priorat más especiales porque trabaja una sola variedad de uva, la garnacha tinta, y todos los perfiles de vino posibles (desde lo más económico al Grand Cru). Con un estilo común y reconocible. Y sobre todo la altura, que nos da un vino de perfil ligero, muy delicado y de marcada acidez.
Sindicat de la Figuera es un viejo proyecto renovado, con ganas de seguir siendo y hacerse mayor para llegar muy lejos.
Marc y Adrià, Les Cousins. Nos encontramos con ellos en las instalaciones de Cims de Porrera, donde vinifican los vinos de su proyecto. Queremos saberlo todo y, empezamos por el principio. Y es divertido ver su confianza y complicidad.
Les cuesta ponerse de acuerdo sobre dónde estaba cada uno de ellos cuando les preguntamos por cómo empezó el proyecto (en Francia o en el Priorat). Finalmente, coinciden en un año, en el 2000… pero entonces Adrià, se pone serio: “Realmente, Les Cousins empieza desde que nacimos, como quien dice” Toda la infancia juntos, en Quatretondeta (el pueblo donde vivía Marc y donde se encontraban los veranos), jugando juntos también a fútbol, trabajando juntos en Mas Martinet, en el trozo, obligados…. algunas de las vivencias que han reflejado las etiquetas de sus vinos. Siempre con ganas de hacer algo diferente, pero no tenían demasiado tiempo y todo suponía un esfuerzo y dedicación que no podían asumir.
“Teníamos claro que éramos muy jóvenes y que estábamos dentro de un mundo de gente mayor, mucho hombre, muy clásico…” nos comenta Adrià. «Y muy carca» puntualiza Marc. Un momento del Priorat en el que los vinos eran caros y rústicos y los dos primos querían desmarcarse de ello buscando algo más divertido, más juvenil, no tan serio.
Después de muchos intentos, en 2007, se dieron cuenta de que podían hacer un vino en Porrera, con los Viticultores de la Cooperativa. Un primer vino que sería el Sagesse, sin saberlo. Un gran vino, que querían embotellar y guardar. No fue el vino que esperaban. Marc explica que Les Cousins siempre hablan de frescura, de buscar vinos más bebibles y aquel 2007 no lo era. Era, por el contrario, era superextracción. «Era (…) ir en contra de todo (…) un vino muy rústico, muy forzado»
Con el primer Inconsciente embotellado en 2009 y sacado en el mercado en 2010. La cosa ya cambió. Consiguieron un vino mucho más accesible en todos los sentidos, más bebible y muy económico, ideal para la gente joven. El público al que querían dirigirse, el que echaban de menos en el Priorat.
El Antagónique viene después. Querían hacer cosas nuevas, distintas, romper esquemas. Ya lo habían conseguido en lo que se refiere a la imagen del proyecto, pero ahora había que hacerlo también en los vinos. “Y un blanco de negros, nunca lo había hecho nadie” nos comenta Adrià. Marc nos recuerda su experiencia en Mas Martinet Assessoraments, de la mano de Josep Lluis Pérez, en un asesoramiento en Egipto en el que se había plantado, en el desierto, todas las variedades blancas más populares y la que mejor funcionó en blanco fue la garnacha tinta, evidentemente en condiciones muy distintas que las nuestras, pero fue en base a esta experiencia, que buscaron las fincas de garnacha más productivas para poder hacer el blanco de tintos. El problema se le encontraron después… con la calificación del vino, muy complicada tanto por legislación, apenas estaban cambiando la normativa para permitir hacer un blanco de variedades autóctonas, como por el color, ya que se le consideraba rosado cuando se le presentaba como blanco o se le consideraba blanco cuando se le presentaba como rosado. Por último, después de 2/3 años, el blanco de tintos es un rosado y así no tienen problemas.
¿Y todos los nombres en francés? Una pregunta obligada. Y la respuesta nos sorprende por la sencillez. Según Adrià: “¿Y por qué no?” Les gusta el francés, han estado en Francia, Marc tiene su pareja francesa… Y suena mejor, más romántico.
Excepto el Doncell. Donzell lo piensan gracias a un buen amigo, Joan Carbó, quien les propone la idea pensando en las terrazas de Barcelona. Empiezan a trabajar la idea haciendo una cata a ciegas de más de 20 vermuts diferentes de Francia, Italia y España para llegar a la conclusión de que ninguno de ellos les gustaba. Por tanto, descartada la idea de hacer un vermut, empiezan a pensar en otra cosa, sin alcohol añadido, macerando las hierbas frescas y no secas. Y empezaron a hacer pruebas sobre una base de vino rosado de 15, 5º, probando diferentes especias y hierbas… hasta conseguir la receta original que, evidentemente, no nos dicen.
Y el futuro… no lo piensan mucho porque el día a día lleva mucho trabajo. Pero años como los de este año traen sorpresas así que sin saber qué, ni cuándo, ni cómo, ni bajo qué nombre, nos hacen saber que habrá un nuevo vino, fuera de la DOC, buscando cosas distintas. «A veces cuando lo fuerzas no funciona» dice Marc. Este año se le han encontrado.
Ya estamos impacientes por saber más.
Fotografías de Clàudia Grosche @claudiagrosche
El proyecto de Sara & René comienza gracias a una pequeña herencia que recibió René por parte de su abuelo, él, René, tenia muchas ganas de crear un proyecto desde la viña, sin presiones familiares, una cosa que fuera suya, René llevaba trabajando en Clos Mogador, al lado de su padre, en bodega, desde 1992, sin tocar la viña para nada, y era una parte del proceso que le hacia gracia aprender y trabajar.
Empezó a mirar viñas y, finalmente, compró un viñedo en el valle de Pesseroles. Un viñedo abandonado, con 4 terrazas mal hechas y la parte de arriba, de blanco en producción. Las terrazas las convirtieron en ladera: “creo que debe ser la primera vez en la historia que eso pasa” nos comenta divertido. La idea era trabajar con viña vieja, pero esa viña estaba abandonada desde hacía 10 o 15 años, así que la tuvieron que recuperar. Una Trabajo enorme en horas, dedicación y paciencia. Era necesario podar, podar, podar… Coger la última hoja verde e ir podando. “Porque claro, cuando una viña no se poda, produce madera, y solo saca un brote nuevo al final de todo… entonces vas cortando, va rebrotando, vuelves a cortar por debajo…” nos explica. Y así tardaron unos 4/5 años en conseguir rejuvenecer la planta. Suficiente para que volviese a ser productiva. Poco productiva, pero productiva, al fin y al cabo.
Sara nos explica que las plantas no necesitan dar mucha fruta. En la naturaleza, en el bosque, allí donde no interviene la mano del hombre, una planta solo hace semilla por supervivencia y, con tal de que esa semilla no le haga la competencia allí mismo, tiene dos opciones: o es el viento que se la lleva más allá o bien la recubre en forma de fruta, para que sea un animal quien se la coma y, mediante sus excrementos, la vuelva a la tierra unos metros o pocos kilómetros más lejos. “A nosotros esto nos encanta, pero no nos vale solo una semilla, sino que queremos un kg. Por lo tanto, tenemos que rejuvenecerla (…) Es como engañar la planta, seducirla para que te dé un montón de fruta”
Evidentemente, durante las primeras añadas solo utilizaron la uva de la parte de viña que ya estaba en producción, de la parte alta que alquilaron al comprar la parcela. Y a medida que la viña vieja recuperada fue dando uva, pudieron augmentar la cantidad de botellas producidas. Ahora ya están en plena producción, pero ha costado 20 años. La gran sorpresa ha sido que el 80/90% de las viñas han sobrevivido. Un índice altísimo tratándose de viña vieja tanto tiempo abandonada.
En la misma parcela, y siempre en producción, hay el blanco. Una viña de 50/60 años, una de las viñas de blanco más viejas de la pareja. Bellvisos blanc es el descubrimiento del trepat blanc. Una variedad que genéticamente no tiene nada que ver con el trepat tinto, y de la que solo existen unas pocas hectáreas entre Montsant y Priorat.
En el 2002 hicieron una nueva plantación de garnacha, monastrell y un poco de sirah. Y en el 2008 empezaron a hacer el vino Partida Pedrer. Al principio, parecía un segundo vino de viña joven. Costó definirlo. Después de unos años probando, en el 2014, después de haber hecho Dido, la solució Rosa y también, después de una conversación con Josep Roca en la se preguntaba por qué no hacíamos rosado en el Priorat, René decidió darle un giro y probó hacer un rosado también. 2014 y 2015 se hizo el rosado y el tinto. “2016, ¡el tinto me sale fatal y el rosado me queda genial! Y a partir del 2017, mira sabes qué… lo hacemos todo rosado. Pero en el 2018 vuelvo a hacer una prueba con maceración carbónica” nos dice. Eso fue un punto de inflexión. Tanto el tinto, más ligero y con menos color. Como el rosado, utilizando la parte más concentrada de la viña. Y así lo han mantenido hasta el día de hoy.
El proyecto de Sara & René es un proyecto que lo han sentido siempre como una oportunidad para investigar: “Es nuestro I+D” dice René. Un proyecto donde se han sentido libres por el hecho de ser un proyecto propio y no tener que rendir cuentas.
Uno de los pilares fundamentales sobre el que se basa el proyecto desde el principio, era el hecho que querían los vinos muy viejos. Los primeros 10 años, destinaron todo el dinero que ganaron de una asesoría en la Ribera Sacra, directamente hacia S&R. Y el día que dejaron la asesoría, fue el día que empezó a vender el vino. 5/10 años de envejecimiento, las botellas pequeñas (ahora mismo están en 7 años) y 15/20 años, los mágnums. Una parte muy importante de la producción se embotella en este formato.
Y uno de los otros pilares era que querían vender los vinos por un canal de distribución diferente. Uno de los temas pendientes en el que aún se está trabajando. De momento, hay una veintena de restaurantes de alto nivel que tienen el proyecto de forma exclusiva y la intención es hacer llegar el resto de las botellas directamente al consumidor final. Son vinos caros tanto por la poca producción, como por lo que se refiere a la crianza de los vinos y esta es la manera de que los vinos lleguen a un precio más ajustado.
Puede que en un futuro no muy lejano se podrán conocer tanto las viñas como los vinos in situ. Una posibilidad en la que se está trabajando y que permitirá enseñaros la belleza y la dureza de estas viñas tan especiales.
Venus la Universal empieza en el 1999 por una necesidad de Sara Pérez por encontrar una expresión de vinos distinta. Este fue el último año de los 90 en que ella, junto con sus padres y su hermano Adrià, se habían centrado en la extracción, la madurez, la concentración… hasta llegar a niveles máximos.
Sara vivía entonces en Falset, «¡cuando volvía a casa por la noche estallaba la luz!» ens diu. La forma de la botella de los vinos que bebía a su casa, era en forma borgoña y no burdeos. Sus variedades preferentes, las antiguas del mediterráneo en vez de las mejorantes (cabernet, merlot,…) por las que se había apostado en el Priorat. Descubre la cariñena y el sirá, dos caras de la misma moneda. Profundidad, reducción, misterio… no como la garnacha con tanta fruta y esplendor. Le gustabam los vinos con más tensión, más elegancia, más fluidez… La DO Monsant (que todavía no se había reconocido como tal) era otra zona, de pieles y de luz diferente, más fresca. Un camino que quería explorar, un contrapunto a Priorat. Venus 99. Quiso hacer un cupaje de cariñena y sirá, aunque las dos son variedades muy reductivas. Tradicionalmente cada una de ellas se ha cupeado con garnacha para aportarlos este oxígeno que les falta, pero las dos, solas, eran una apuesta arriesgada. La cariñena la quería de viña vieja, aún más difícil porque la zona del Montsant, más llana, se trabajaba con tractor, la viña era más joven, solo mantenían la viña vieja los que tenían trozos pequeños, de 500 / 800 cepas. Venus, por lo tanto, no fue el fruto de una parcela, sinó el fruto de una búsqueda. La búsqueda de la belleza.
“Y no teníamos nombre” nos comenta Sara. “Reformamos la la casita… pero no teníamos nombre. Hicimos el primer vino pero no teníamos nombre. En Junio del 2000, cunado tocaba embotellar, fui al Piemonte y la Toscana (junto con más viticultores) y allí, en Florencia, visitamos la Galería de los Uffizi y vimos el “Nacimiento de Venus”, y me emocioné muchísimo y dije… VENUS. Eso es lo que estoy buscando”
Y cuando volvimos se lo tuvo que decir a su socio, Xavi, un amigo. Y casualmente, su madre tenía un “Nacimiento de Venus” en su habitación… Todo parecía encajar.
¿Y de dónde sale la Universal? Le preguntamos. Y nos explica que aprovecharon un trozo de los abuelos de Sara, donde tenía el huerto, para plantar una poco de viña. La bodega no tenía ni 50m2. A principios de sigle, durant las avantguardas, todo el tema artesanal se hacía grande con nombres así Industrial, Universal… Y pensaron que eraa una buena idea en su caso y así le pusieron. Primero Companyía Universal, después Òrbita Venus y, finalmente, Venus La Universal.
¿I tú, René? ¿Cuándo llegas al proyecto? Nos dirigimo a René.
Nos comenta que fue una casualitat increible, porque cuando Sara empezó en el 99, justo un año antes de que se reconociese la DO Montsant, él con su padre, empezaban un proyecto en Laurona, también en la DO Montsant. Su experiencia con Laurona fue muy difícil. Eran vinos que no conocía, llegó el gusano… Pero este proyecto le permitió descubrir la zona. Con Sara empezó a trabajar primero en La Vinya del Vuit (con amigos) y desprués en Sara & René (proyecto de la pareja en el Priorat). Y en uno de los momentos difíciles de Venus, justo durante la primera de las crisis económicas recientes, la del 2001 (después del atentado a las torres gemelas) pude entrar en Venus como socio. Era el 2005 y, en seguida se encargó de la parte de bodega. Aunque mo fue hasta el 2006 que empezó a entender los vinos, Dido y Venus.
Y como había empezado a hacer blancos en el Priorat (con Nelín, en Clos Mogador) y eso, a él, le emocionaba especialmente, propuso ampliar la família con el Dido Blanc, en el 2007. Descubriendo el macabeo, una variedad parecida a la cariñena por el desprestigio que tenía y porque también es reductiva. A la vez, la capacidad de guarda muy grande e interesante. “Un regalo, lo de los macabeos” nos dice emocionado.
Y por descubriemientos, el granito. Una sorpresa, que ahora ya todo el mundo, la capacidad de guarda que aporta en los vinos. Un Eneas de los primeros años o un Dido 2005/2006 aguantan por su acidez. En el Priorat los vinos aguantan por la estructura. Y este descubrimiento permitió entender que Dido no era un segundo vino. Era otro vino. También grande, tan grande como Venus, pero diferente.
Para Sara y René, Venus es también una puerta a la experimentación, una oportunidad para resolver esas inquietudes que aparecen en su camino ya que no están limitados por el terreno y las producciones pequeñas como en el Priorat. Y así es como aprovechan la diversidad climática y de suelos diferentes de la DO. Venus, cariñenas viejas sobre terreno arcillo-calcáreo, suelos profundos. Terreno calcáreo, Dido Blanc. Dido Rosa, terreno arcillo-calcáreo de nuevo. Dido Negre, granito y, sobre todo, garnacha.
Y los parcelarios como la Venus de Cartoixà, la Venus de la Figuera, la Venus de las Pieles, la Venus del Granito (estas últimas aún no en el mercado) que tienen que ver con una variedad y una parcela en concreto.
La búsqueda la belleza continúa.
En el año 2001, Josep Lluis Pérez cumple 65 años y toma una decisión que cambiará su vida drásticamente: decide desvincularse del proyecto que fundó en el año 1986, Mas Martinet Viticultors, pasando el relevo a su hija Sara, con la que ya llevaba unos años (desde 1996) trabajando en la bodega.
“Papá yo quiero hacer vino, quiero hacer el vino yo” dice que le dijo su hija. Y él contesta: “Pues ya puedes empezar, mañana mismo.” “¿Y si lo hago mal?” vuelve Sara. Y Josep Lluis recuerda que le dijo: “Tiraremos el vino al barranco pero lo que interesa eres tú. Tú tienes que ser tú. Por lo tanto, yo estaré siempre aquí, pero tú lo tienes que hacer a tu manera” . Y costó aceptarlo. Y aún ahora, depende de cómo, también le cuesta. Porque las cosas las hacen de forma distinta, de otra manera distinta a la que lo hubiese hecho él. Y cuando le preguntamos cómo lo lleva, nos explica: “Estoy muy contento de cómo mis hijos están trabajando. Muchísimo.”
La decisión de dejar Mas Martinet Viticultors le supuso un trastorno, una jubilación precipitada para un carácter enérgico y unas ganas infinitas de trabajar, como las de él. Se estaba haciendo mayor y costaba aceptarlo, así que decidió comenzar a hacer ejercicio cada mañana. Él mismo se diseñó un conjunto de ejercicios adecuados a su persona y, desde entonces, que no los ha dejado de hacer nunca. Pero era necesario algo más: un proyecto que crear y para el cual trabajar.
Así que Montse Ovejero y Josep Lluís Pérez crearon Mas Martinet Assessoraments. Y lo hicieron juntos. Como siempre lo han hecho todo. En equipo. Como ya habían asesorado a algunas empresas como Rovellats y Peralada, decidieron centrarse en eso, y asesorar. Pero siguiendo su estilo, a su manera. Josep Lluís siempre ha basado su trabajo en experimentar, tanto en la viña como en la bodega. Por eso decidieron comprar Cal Milionari, una antigua bodega de Porrera. Un espacio para poder hacer las cosas y no entorpecer el funcionamiento de la otra bodega que dejaban.
Y empezaron a asesorar con la base experimental que los caracteriza. Y también empezaron a hacer el vino Degustació y un vino sin aditivos. Con pocas botellas podían establecer comparativas: del vigor de las plantas, de la poda, de la elaboración… Ya en el año 93, desde la bodega de Viticultors, realizaron 40 vinificaciones diferentes, diferentes fermentaciones en bidones (para comparar la fermentación en madera, sin madera, en inox, con maceración de 10 días, con maceración de 20 días….). Siempre con la idea de aprender. Josep Lluís nos recuerda que: “yo no tenía ni idea de lo que era el vino” Nos explica que el 50% de la uva que produjeron la regaló casi toda para dejarlo catar, explicando las experiencias en la escuela de sumilleres. O a los sumillers de los restaurantes como el Bulli o el Celler de Can Roca.
Mas Martinet Assessoraments, durante esta etapa asesoró más de 30 empresas diferentes. La mayoría de ellas localizadas en Cataluña y España, en zonas como Andalucía, la Mancha o Valencia. Pero también asesoraron empresas en Suecia y Egipto. Dos lugares contrapuestos porqué ya no están situados en la franja típica donde se planta viña. Su clima es, de lejos, mucho más frío o mucho más caluroso.
Pero en el 2018 se cierra esta etapa y los padres deciden traspasarlo todo a los hijos. Y ellos deciden darle la vuelta. Ya no harán vino, al menos, no inicialmente. La empresa nació con una vocación de servicio que los hijos no han recogido de manera literal. Mas Martinet Assessoraments se convierte, a partir de ahora, en una plataforma para los diferentes proyectos que los hermanos, Sara, Adrià, Núria y Jordi decidan poner en marcha. Iniciativas que tienen que ver con la educación y también con la experimentación, porque siempre ha sido una de las bases de Assessoraments. Un espacio de acogida para todas aquellas actividades que desarrollen de una forma más bien desinteresada, sin ánimo de lucrarse, solo por el placer de hacer lo que les gusta y en lo que tienen un especial interés. Y para sustentarlo: www.familywines.cat Una web de venta online de todos los proyectos vinícolas integrados por la familia y sus vinos, tanto de las añadas corrientes como de añadas antiguas o vinificaciones especiales.
Una organización ecléctica de ideas, ilusiones, maneras de mirar la vida de los 4 hermanos y, quizás en el futuro, de sus hijos. Un espacio donde cabe tanto la plantación de arándanos que nació como un proyecto para intentar cuadrar la agroforestía en los terrenos cultivados para Mas Martinet Viticultors, como un vino sin aditivos hecho en Cal Milionari.
Assessoraments es ahora una posibilidad de ser y de aventurarse.
Un lugar: Vilabella. Una viña: Cartoixà Vermell. Dos parejas y un proyecto en común para homenajear los rosados mediterráneos de poco grado.
Después de largas sobremesas y discusiones entre Oriol Pérez de Tudela, Mercè Salvat, René Barbier y Sara Pérez quisieron demostrar que los rosados de poco grado tenían personalidad propia y lo hicieron recuperando algunas variedades como Sumoll (Montmell), Trepat (Conca de Barberà) y Cartoixà Vermell (Vilabella). Desafortunadamente de todos los proyectos solo el último tuvo éxito y con él, el vino de Escabeces.
Una variedad tradicional de casa, de la zona del rio Gaià, del interior de Tarragona, que poco a poco se ha ido perdiendo por su bajo rendimiento y por su piel más bien dura. Una uva muy rústica que se ha ido puliendo para mostrar la tipicidad varietal de la manera más fina y equilibrada posible.
La finca, muy productiva, y de las pocas que quedan de esta variedad, se ha trabajado para concentrar su producción de poco grado y con pocas posibilidades de maduración. Las dos primeras añadas produjeron un vino extremadamente tánico y con mucha dilución que no salió al mercado. Finalmente, la añada 2016 se elaboró como si fuese un tinto macerado con piel durante la fermentación para conseguir su color rosado y una marcada mineralidad. Su crianza en arcilla y madera consigue redondear y afinar este vino de poca fruta en boca, pero extremada finura. Un vino seco, botánico, marcado por el cítrico que desprende la variedad.
Madurez, complejidad, concentración, infusión y frescura en equilibrio. Una oportunidad para descubrir una variedad y un paisaje tarraconense lleno de matices y argumentos propios.
La imagen que han escogido sus creadores nos transporta al Balcón del Mediterráneo de Tarragona de la mano de Lily Brick y el estudio de JJBertran. Una evocación a la Tarragona de los años 50, de la bodega del abuelo de René y de los vinos que hacía, esos vinos de la época… esos recuerdos…
Vamos a Cims… un proyecto que se remonta al año 96 cuando Josep Lluis Pérez en Mas Martinet experimentaba mil opciones diferentes de maceración, grados, variedades… Y descubrió la cariñena. La cariñena vieja. Después de valorar varias opciones, finalmente fue a Porrera, a la Cooperativa, de la mano de Lluis Llach. El acuerdo: comprar la mitad de la cosecha a 150 pts. el kg de uva y el compromiso de ayudarlos a vinificar la otra mitad, para venderla a granel los fines de semana. El inicio. Un par de años más tarde, ya compraron toda la cosecha de los 35 viticultores que formaban la cooperativa. Todo un reto.
Ahora son unos 20/22 viticultores, muchos. Los vinos: el Clàssic, Cims de Porrera. Pero también Vi de Vila tinto y blanco y las Fincas. Con afán de ver la evolución de la cariñena, se embotelló una barrica de cada una de las fincas des del principio. 100% cariñena vieja. Ya no es el padre, sino el hijo, Adrià Pérez y su primo, Marc Pérez. Ya no es Lluis Llach, sino Perelada. Pero lo más importante es que continúa el proyecto social, el trabajo con la diversidad de viticultores, de formas de trabajar, de actitudes, de variedades, de zonas, de orientaciones. “Una diversidad que a nosotros nos encanta y sobre la que no queremos influir (…) cada uno hace lo que quiere y tiene sus miedos” dice Adrià cuando nos explica el proyecto.
Marc y Adrià no creen en clasificaciones, sellos, puntuaciones… Hacen vino porque les gusta bebérselo: envejecido, criado. “Aquí todos buscaban extracción. Y las cariñenas por mucha extracción que hagas (…) tienen más profundidad, pasan desapercibidas” nos explica Marc, cuando habla del 2004 y por qué dejaron de llevar los vinos a las grandes guías del sector.
Por eso, en el 2005, decidieron transformar Cims de Porrera y convertirlo en un 100% cariñena. Se le había llamado Clàssic porque era la fotografía de lo que se encontraban en el viñedo: garnacha y cariñena. Y se seguía fiel a ella, por eso se vendimiaba y vinificaba a la vez. “Nosotros en el 2004 ya separamos la garnacha y empezamos a hacer pruebas con la garnacha vendimiada mucho más pronto. Y ¡nos enamoramos!” nos dice Adrià. Y decidieron subir el precio de la garnacha para conseguir que los viticultores vendimiaran antes de forma expresa, porque así “la garnacha aguanta la frescura, tiene un pH más bajo, el alcohol continúa siendo alto (…) pero…” su apuesta, nos comenta Marc. Y así nació el vino Garnatxa. Y el vino Cims se pudo transformar. Y con esta transformación también llegó la posibilidad de envejecerlo más porque la cariñena aguanta la acidez, la frescura.
Y ahora están intentando incentivar los viticultores para que cambien la manera de trabajar en la viña hacia un trabajo más respetuoso con la naturaleza. Pero es complicado, por ello han empezado a trabajar una finca ellos mismos, la finca del Molí. Con cubierta, trabajo en el suelo… “Está bonita la finca” dice enamorado Marc. Y puede servir de ejemplo para los otros.
Igual que en la bodega, que han ido cambiando la manera de trabajar introduciendo cemento, damajuanas…, crianzas más cortas, pero con más envejecimiento en botella: Vi de Vila 2/3 años, Garnatxa 4 años, Cims de Porrera 6 años y las Fincas, 15 años. Trabajando en bodega lo más ecológicamente posible con cantidades de sulfuroso total mínimas.
El camino es éste… buscar lo más natural posible, nos comentan. Y lo hacen en un escenario único. Las almazaras de la antigua cooperativa restauradas que acogen ahora las damajuanas, barricas y botellas que esperan ver la luz en el momento adecuado.
No hay muchos proyectos entorno al vino que no tengan un objetivo económico, pero La Vinya del Vuit es uno de ellos. Un proyecto de amigos con una viña como vínculo de unión y una excusa perfecta para disfrutar del buen comer y del buen beber.
Hace ya 20 años de la primera añada del Vuit. Pocos más desde que en una cena entre René y su primo surgió la idea de hacer un vino con amigos, concretamente ocho amigos, porque era un número mágico y les gustaba. Y encontraron los amigos y el viñedo. Un viñedo cerca de Gratallops. Centenario. Con Cariñenas y Garnachas muy viejas que fue necesario trabajar mucho para poder recuperar. Y lo hicieron ellos, los mismos 8, los fines de semana, a ratos libres, con mucho esfuerzo.
Un proyecto muy costoso. De viticultura ecológica. Filosofía de la mínima intervención. Viñas que tienen una producción de 100 gr. por planta, lo que significa que se necesitan entre 8 y 10 cepas por cada botella de vino. “Además, es una zona muy caliente, muy árida, que no nos atrevemos a hacer coberturas vegetales 100% con lo cual también labramos con la mula que no tenemos y tenemos que alquilar” nos dice René Barbier cuando nos explica el proyecto. Un viñedo muy especial, una viña de alto valor patrimonial. Un vino muy concentrado. Mayoritariamente un vino de Cariñena, aunque en el viñedo hay muchas Garnachas. Y la Cariñena cuesta, necesita tiempo y paciencia. Un vino de crianza larga de entre 16 y 18 meses en barrica de 300 l. pero que se acaba de afinar en cemento y damajuana para después envejecer en la bodega en botella durante 5 años. Una Cariñena vieja, envejecida y muy amable.
Desde el principio, tenían claro que querían una imagen distinta cada año. Querían que el diseño fuera una parte muy importante del vino. Inspirado en el proyecto Sine qua non, la etiqueta y toda la parte gráfica del vino tiene mucho peso. De la mano de Joanji, y su estudio JJBertran, fue el primer proyecto del diseñador, en sus inicios, y siempre ha tenido para él un peso especial. Tanto es así, que bajo las directrices de un tema marcado por los socios y por la añada en cuestión, tiene toda la libertad para ofrecer un diseño arriesgado y de vanguardia. Las etiquetas del Vuit ha sido ganadoras de 3 premios LAUS de diseño. Este año, la añada 2016, celebrará el aniversario, como no puede ser de otra forma. Cada 8 años, esta vez con dos etiquetas, doble aniversario y el paso del tiempo del proyecto, todo un reto.
El futuro… un Vuit blanco. La parcela tenía algunas cepas blancas que se han vinificado en forma de brisado, en una damajuana solo para los socios. Pero, finalmente, estas variedades se han reproducido en una plantación nueva de 700/800 cepas reproduciendo también la idea del Vuit tinto en blanco: Cariñena blanca y Garnacha blanca (y algún Picapoll que también han podido encontrar).
Y, finalmente, un compromiso. Construir un refugio en la finca. Un espacio donde encontrarse y disfrutar tanto los socios como los amigos y, a lo mejor, quedarse a dormir. Un lugar integrado en el paisaje de la viña y el olivo que permitirá recuperar biodiversidad en el medio de la parcela. “No hay biodinámica sin biodiversidad (…). La única manera de tener biodiversidad seria es un multicultivo y/o teniendo bosques por el medio” nos comenta René. Y allí, en el Coll de Falset, una de las zonas de Gratallops más cultivadas, encontraremos un pequeño paraíso anclado en el pasado.
Los socios: René Barbier, Julian Basté, Iban Foix, Montse Mateos, Ester Nin, Núria Pérez, Sara Pérez y Philippe Thévenon, reciben cada añada 12 botellas para ellos. El resto se vende, principalmente, en Premieur por todo el mundo.