Vamos a Cims… un proyecto que se remonta al año 96 cuando Josep Lluis Pérez en Mas Martinet experimentaba mil opciones diferentes de maceración, grados, variedades… Y descubrió la cariñena. La cariñena vieja. Después de valorar varias opciones, finalmente fue a Porrera, a la Cooperativa, de la mano de Lluis Llach. El acuerdo: comprar la mitad de la cosecha a 150 pts. el kg de uva y el compromiso de ayudarlos a vinificar la otra mitad, para venderla a granel los fines de semana. El inicio. Un par de años más tarde, ya compraron toda la cosecha de los 35 viticultores que formaban la cooperativa. Todo un reto.
Ahora son unos 20/22 viticultores, muchos. Los vinos: el Clàssic, Cims de Porrera. Pero también Vi de Vila tinto y blanco y las Fincas. Con afán de ver la evolución de la cariñena, se embotelló una barrica de cada una de las fincas des del principio. 100% cariñena vieja. Ya no es el padre, sino el hijo, Adrià Pérez y su primo, Marc Pérez. Ya no es Lluis Llach, sino Perelada. Pero lo más importante es que continúa el proyecto social, el trabajo con la diversidad de viticultores, de formas de trabajar, de actitudes, de variedades, de zonas, de orientaciones. “Una diversidad que a nosotros nos encanta y sobre la que no queremos influir (…) cada uno hace lo que quiere y tiene sus miedos” dice Adrià cuando nos explica el proyecto.
Marc y Adrià no creen en clasificaciones, sellos, puntuaciones… Hacen vino porque les gusta bebérselo: envejecido, criado. “Aquí todos buscaban extracción. Y las cariñenas por mucha extracción que hagas (…) tienen más profundidad, pasan desapercibidas” nos explica Marc, cuando habla del 2004 y por qué dejaron de llevar los vinos a las grandes guías del sector.
Por eso, en el 2005, decidieron transformar Cims de Porrera y convertirlo en un 100% cariñena. Se le había llamado Clàssic porque era la fotografía de lo que se encontraban en el viñedo: garnacha y cariñena. Y se seguía fiel a ella, por eso se vendimiaba y vinificaba a la vez. “Nosotros en el 2004 ya separamos la garnacha y empezamos a hacer pruebas con la garnacha vendimiada mucho más pronto. Y ¡nos enamoramos!” nos dice Adrià. Y decidieron subir el precio de la garnacha para conseguir que los viticultores vendimiaran antes de forma expresa, porque así “la garnacha aguanta la frescura, tiene un pH más bajo, el alcohol continúa siendo alto (…) pero…” su apuesta, nos comenta Marc. Y así nació el vino Garnatxa. Y el vino Cims se pudo transformar. Y con esta transformación también llegó la posibilidad de envejecerlo más porque la cariñena aguanta la acidez, la frescura.
Y ahora están intentando incentivar los viticultores para que cambien la manera de trabajar en la viña hacia un trabajo más respetuoso con la naturaleza. Pero es complicado, por ello han empezado a trabajar una finca ellos mismos, la finca del Molí. Con cubierta, trabajo en el suelo… “Está bonita la finca” dice enamorado Marc. Y puede servir de ejemplo para los otros.
Igual que en la bodega, que han ido cambiando la manera de trabajar introduciendo cemento, damajuanas…, crianzas más cortas, pero con más envejecimiento en botella: Vi de Vila 2/3 años, Garnatxa 4 años, Cims de Porrera 6 años y las Fincas, 15 años. Trabajando en bodega lo más ecológicamente posible con cantidades de sulfuroso total mínimas.
El camino es éste… buscar lo más natural posible, nos comentan. Y lo hacen en un escenario único. Las almazaras de la antigua cooperativa restauradas que acogen ahora las damajuanas, barricas y botellas que esperan ver la luz en el momento adecuado.