
Categoría: Vinos Oxidativos
vinos oxidativos, en este apartado hablaremos sobre como se elaboran y de donde proceden los vinos oxidativos, tanto los de Mas Martinet como otros.

VINO RANCIO, VINO BUENO
- Autor de la entrada Por Maria
- Fecha de la entrada 1st febrero 2021
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VINO RANCIO,VINO BUENO

La evolución a lo largo del tiempo en condiciones concretas lleva ciertos vinos a envejecer – y alguien dirá acertadamente que a embellecer- de manera extraordinaria.
El vino rancio es un tesoro escondido de las regiones más cálidas con tradición vinícola.
Un vino de colores pardos, terrosos, caoba, bronce. Aromas complejos, dulzones, tostados, de tabaco seco, de hidrocarburo y unas notas acetónicas desconcertantes de entrada. Sabores de frutos secos, de algarroba, tostados, amargos y hasta toques umami. Textura densa y a veces áspera y una persistencia en boca larguísima. Un vino que quiere su tiempo para ser disfrutado.
Como consumidor, la aproximación al vino rancio puede ser lenta y hasta puede generar un cierto desconcierto. Se añade la connotación bastante peyorativa que tiene, al menos actualmente, el adjetivo rancio que de entrada puede generar una perspectiva poco alentadora para el consumidor. Por otro lado, este nombre prepara para abordar un vino que no es común y que, seguro que sorprende, donde encontramos aromas volátiles que inicialmente pueden parecer hostiles.
Pasada esta barrera de entrada, poco a poco se abre un mundo de complejidad y matices que hacen, que quien tiene la paciencia de ir entrando acabe apreciando este vino como un compañero de sobremesa leal y genuino.
Históricamente encontramos otras denominaciones para referirnos a él: vino de la bota madrina, vino de la bota del racó, vino bueno o vino de digerir.
Estos nombres denotan y dan una idea del papel que este tipo de vino ha jugado a nivel antropológico. Tenemos un vínculo muy fuerte con el vino rancio, aunque nos lo miramos desde la lejanía: el factor cultural. Un factor cultural que hemos estado a punto de perder y que no hemos dejado de cultivar y cuidar.
Afortunadamente, el vino rancio en Catalunya ha vivido un resurgimiento los últimos años. Este redescubrimiento y revaloración del vino rancio ha despertado el interés y la inquietud de recuperar barricas antiguas, dejadas de la mano de Dios y casi desvalidas en rincones de casas familiares y bodegas. En algunos casos, la falta de relieve generacional ha dejado en suspenso un vino o unas botas que llevan escrito en lenguaje vitivinícola la historia de esa familia o bodega.
El trabajo de recuperación de botas viejas es un esfuerzo ingente que algunos y algunas elaboradoras valientes han querido regalarnos. Cuadrar los números puede ser una quimera teniendo en cuenta la necesidad de recuperar botas antiguas y a veces resecas. Además, el tiempo es un elemento indispensable para que se integre el vino joven que refresca las madres de la bota, con un valor muy alto, difícilmente cuantificable.
Afortunadamente, son bastantes los ejemplos de apasionados que trabajan en el sino de la geografía catalana para que vinos que reposan en estancias oscuras lleguen a las mesas del consumidor sensible por acompañar sobremesas con postre de músico, mel i mató, carquinyolis, pastissets o rosquillas.
Sin ir más lejos, el dulce rancio que cuida Sara y su familia de Mas Martinet desde hace más de 20 años es una joya que muestra el potencial de estos vinos y que posiciona el vino rancio entre los grandes vinos oxidativos del mundo.
Son gotas de vino que condensan el paso del tiempo, es la historia de un rincón del mundo y la uva de un tiempo pretérito.
Bernat Guixer – Espiritu Roca. Celler de Can Roca
LOS RANCIOS SEGÚN RENÉ BARBIER
- Autor de la entrada Por Maria
- Fecha de la entrada 26th enero 2021
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LOS RANCIOS SEGÚN RENÉ BARBIER

Hemos visitado a René Barbier, de Clos Mogador. El padre. El fundador. Hace ya mucho que está en el Priorat pero sigue diciendo que él no es la historia del Priorat. Aunque podamos discrepar, porque es una parte muy importante. De la historia más reciente, pero de la historia, al fin y al cabo.
Nos habla de los rancios… le preguntamos si quería colaborar con nosotros en el blog y en seguida estuvo encantado: “para Sara, lo que sea” – nos dijo.
Y lo primero que hace es introducirnos en la Asociación Arrels del Priorat. Un proyecto que comenzó sobre los años 90 para recuperar los vinos rancios prioratinos y darlos a conocer. Los puso a la venta en lugares tan internacionales como los Harrods en Londres, o las Galeries Lafayette en Paris. Un proyecto que actualmente lleva junto con Jaume Balaguer (Celler Balaguer i Cabré) en una pequeña bodega de Gratallops y que le ha llevado a conocer de primera mano la historia de los rancios de nuestra comarca, de los rancios de cada pueblo y de cada casa… “La historia de un tiempo que tiene que volver”, como dice él. Arrels le ha llevado a hablar con los payeses que todavía conservan alguna barrica vieja en casa y con los que lo han dejado correr, pero todavía recuerdan los viejos tiempos. Pero reconoce, que ha sido un proyecto que les ha exigido una gran inversión sin ningún retorno. Un pozo sin fondo.
Cuando nos habla de los rancios nos explica que “son la punta del iceberg de un mundo olvidado que para mí volverá”. Arrels le brindó la oportunidad de seleccionar algunos rancios (12 en total, de 12 pueblos distintos) y con un dibujo representativo de cada casa hecho por Isabel, darlos a conocer. Situarlos en los mejores lugares del mundo… pero sin éxito. El rancio es un producto que tiene que ponerse en contexto, que necesita ser explicado para entenderlo y apreciarlo en plenitud. El nombre es lo primero que cuesta. Aquí tenemos muy claro de qué hablamos, pero internacionalmente se conoce el Jerez, el Vin Jaune… pero no el rancio. “Un tema a reflexionar entre todos”, dice.
Nos explica que el rancio, además de ser una producción muy local, se explica también como una manera de aprovechar el producto, en este caso el vino, en conjunto. “Hay mucha imaginación y es un patrimonio que los payeses han sabido guardar y transmitir hasta ahora”. Remontamos la historia de estos vinos a las explotaciones rurales del 1880 hacia atrás. Ya que, hacia adelante, en las épocas más recientes, el tema se complica. Pero antes, los rancios eran de una lógica aplastante. “Todo se trabajaba con animales, y la cosecha se alargaba más de 3 meses (…) comenzaban al lado del río, (…) por los blancos. Y no es ninguna tontería, (…) es muy fresco. Del río iban subiendo, es decir, un poco más arriba había los vinos de consumo, que eran frescos, de calidad. Siempre eran Buenos, porque si no eran buenos eran vinagre y sinó, era rancio (…) Y llegabas a noviembre/diciembre, y se empezaban a pasificar y se hacían los vinos dulces…”
Se aprovechaba toda la cosecha en todas sus formas posibles. También la venta estaba adaptada, recordamos las bodegas en las ciudades, concretamente recuerda cuando era pequeño, que había bodegas que tenían su rancio, sus barricas, los vinos frescos, los vinos dulces… “Era lo que correspondía a la vendimia. Después de toda una vida en el Priorat, te das cuenta de que las cosas no se hacían tan mal…” comenta divertido.
Y nos compara los vinos con los quesos, de todos los tipos de queso que había antes, que también eran un producto de aprovechamiento… pero que poco a poco se fue simplificando para unificar los tipos y quedaron solo 4. Y ahora volvemos a diversificar… Sin poder dar las culpas a la globalización sino simplemente a la economía. Él habla de “la ingeniería económica”. Buscando rentabilidad, se ha perdido la riqueza en la diversidad. “Es como querer hacer un solo vino en todo Priorat, en las cooperativas (…) ya tendré problemas otra vez (ríe), pero en el fondo, lo que tenían que haber hecho era los vinos para los payeses, y ser un intermediario para dar a conocer esta globalización general, como en los quesos.”
Pero recuerda que a la época iban a buscar la uva con el animal, y llegaban las garnachas en la bodega a 17º y el vino “necesitaba tiempo para doblarse (…). No se asustaban como nos pasa a nosotros”, sino que lo ponían en la barrica de rancio porque no lo veían claro. Y allí la volátil disminuía… los ácidos se transformaban… se transformaba el gusto. Se convertía en rancio. Y lo que sí se debía tener cuenta era que necesitaban 3 litros de vino, para hacer 1 litro de rancio. Porqué trabajaban con madera de castaño local (castaño y rancio, indispensable asociación), nos apunta. El trabajo del tonelero era imprescindible, porqué las barricas se tenían en las golfas, y con un clima tan seco como el nuestro, representaba disponer de más vino y tener mucho cuidado de las barricas. “Tenías que ser tonelero, tenías que ser de todo”
Pero conseguíamos un producto único, un producto que ya ha condicionado la gastronomía local. Símbolo de nuestra identidad gastronómica. Un producto muy importante para la cocina local como base o bien como acompañamiento del postre… el postre de músico, por ejemplo. Aunque ahora que hemos trabajado con este producto, te das cuenta de que marida perfectamente con anchovas y también con alcachofas (siempre tan difíciles) – nos comenta.
Y los rancios se transmitían de padres a hijos (esa receta familiar que se va heredando) Esa sabiduría que tanto apreciamos en culturas más lejanas, en nuestra cultura también la tenemos.
Y por esta razón, cuando René nos dice convencido que esta historia de la que hablamos tiene que volver, es porqué detrás de los rancios hay todo lo que busca un territorio: personalidad, tradición…
La rentabilidad puede que no sea tan rentable cuando perdemos esta tradición y personalidad. “No es la globalidad que echa a perder las cosas, sino que es nuestra manera de entenderla (…) Tendrías que hacer el Priorat llano, para poder ser tan rentable como los demás”
Agradece el proyecto Arrels del Priorat, el hecho de entender el producto. Aunque reconoce que con el paso de los años se ha perdido la esencia. “Desde la modernización ya no hemos trabajado los momentos de la viña (…), sinó que hemos alimentado este producto con graneles (…)” Ahora se están haciendo rancios más ligeros, más tranquilos… Pero es igualmente, un punto de encuentro… Hemo perdido la capacidad de adaptación que tenían nuestros antepasados, adaptación a los tempos y momentos de la viña. Hemos echado a perder variedades que se adaptaban a los distintos territorios “con el tiempo hemos sido mejores enólogos pero peores viticultores. No peores, sino que hemos querido simplificar. Y cuando quieres simplificar acabas perdiendo tu identidad.”
El rancio no solo tiene el mérito del producto en sí mismo, sino también el mérito de continuar con la tradición. Por eso, en el proyecto Arrels del Priorat, René escogió un socio del Priorat, porque “Yo no soy la tradición del Priorat. Seré una tradición de vinos, pero no del Priorat, aunque que mi abuelo y mi bisabuelo hacían rancio Priorat, pero como a negociantes.” La gran diferencia es hacerlo como viticultor. Y saber que el rancio corresponde a un momento de la viña, a un momento del tiempo y a un espacio, convirtiéndolo en un producto excepcional que marca la gastronomía, la gente, las tradiciones…
Nos lo compara con la biodinámica. No dice la ecología, “porque la ecología será obligatoria, pero a la biodinámica vamos llegando poco a poco” dice convencido. El consumidor exige cada vez más la trazabilidad de los productos. Mas Martinet, como también Clos Mogador, podrían vender lo que hacen a un ingeniero alemán y si lo comprásemos a ellos estaríamos convencidos que está bien y vale lo que pedimos.
Para terminar, propone hacer un planteamiento a nivel de Priorat. Porque si bien es verdad que antes se producían rancios por todas partes, “como el vino, el rancio de Priorat, tiene una personalidad muy grande”.
Muchas gracias René, por las ganas de compartir
RANCI DOLÇ: ELABORACIÓN
- Autor de la entrada Por Maria
- Fecha de la entrada 19th enero 2021
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RANCI DOLÇ:ELABORACIÓN

¿Y cómo hacemos nuestro Ranci Dolç?
Pues el Ranci Dolç de Martinet es un vino naturalmente dulce (sin adición de azúcar o alcohol) hecho con Garnacha Negra 100%. La Garnacha del bancal gran qué tenemos aquí mismo, delante de la bodega. No dedicamos la cosecha cada año al rancio, pero si los años más calurosos, si es posible. Cosechamos la uva alrededor de los 15º de alcohol probable y lo dejamos sobre cañizos, a la sombra, para que se vaya secando poco a poco, entre 7 y 21 días. Para conseguir una uva deshidratada, de alto contenido en azúcar y, por lo tanto, un dulce natural.
Una vez la uva ya está deshidratada, lo chafamos y lo dejamos fermentar con sus levaduras naturales durante un par de meses, lo prensamos y lo metemos en damajuanas o en una barrica donde acabará lentamente la fermentación hasta el año siguiente (quedarán aprox. 80 gr/l de azúcar). Cuando este proceso finaliza, rellenamos las primeras barricas viejas de la bodega. Unas barricas que hemos recogido por el Priorat poco a poco, hay de Torroja, del Molar, de Gratallops… recogidas, la mayoría de ellas, porque sus propietarios originales las tenían olvidadas en sus cases y ya no las utilizaban. Allí, en las barricas, es mezclará con el vino más viejo (el primero es del año 1994) y con las madres centenarias, responsables de convertir el vino dulce en un vino rancio fino, elegante, cremoso… Cada año, en la luna vieja de enero, rellenamos al ras de carretells* de rancios, empezando por la más vieja a modo de soleras.
Cuando embotellamos, solo embotellamos una tercera parte del vino que tenemos en la barrica madrina. Como si se tratara de un jerez, solo embotellamos una saca que indicaremos en la etiqueta. Dejamos siempre dos terceras parte del vino de manera que la acabamos de rellenar con vino más joven, de otra barrica, y así… a soleres, hasta llegar a la barrica que acogerá el vino más reciente.
La primera saca de este vino se hizo en el 2017, con más de 22 años de crianza. Ahora ya llevamos 2.
Un vino que quiere calma, reposo, serenidad y, sobre todo, para disfrutarlo en plenitud de consciencia.
*Ras de carretells: a diferencia de las soleras tradicionales, en el Priorat, las barricas o carretells se disponen solo en horizontal, sin remontar
RANCI DOLÇ: LA ETIQUETA
- Autor de la entrada Por Jordi
- Fecha de la entrada 22nd diciembre 2020
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RANCI DOLÇ: LA ETIQUETA

Este pasado viernes tuvimos la oportunidad de conversar con Joan Josep Bertran, Joanji. La persona que aun estando fuera, nos conoce y nos comprende, a veces, mejor que nosotros mismos. El padre y madre de las etiquetas de Mas Martinet, el responsable nuestra imagen gráfica.
A quién mejor preguntar cómo empezó todo, cómo nació la etiqueta del Ranci Dolç de Martinet y cual fue su proceso creativo. Aquí tenéis un resumen de nuestra charla.
Joan Josep nos habla, ante todo del proceso creativo. Por esta razón sitúa el inicio en la bodega partiendo del nuevo planteamiento consistente en dotar “a cada pieza, cada producto, cada vino que hace, de una personalidad más marcada, más concreta”. Es decir, “partiendo de una filosofía general diferenciar cada proyecto, tomando un argumentario central”. Nos explica que hay dos opciones, en general, para mostrar la identidad de producto. La primera crea una narrativa de bodega, muy marcada y dominante; la segunda, realza el perfil propio de cada producto para que en cada producto haya un concepto enológico, de territorio… generando para cada producto una pieza más particular.
Después de ponernos en situación, explica que para iniciar el proceso, es necesario entender que hay detrás del producto en cuestión, hablando con Sara, claro. Y hablando con ella, recibe toda una serie de idees, de insights… que fueron los ejes centrales del proyecto:
- La imperfección. Junto con la idea de cómo nació la idea del Ranci Dolç de Martinet, cuando Sara era pequeña, probando un rancio dulce de Escaladei… Buscando replicar esa idea… esa sensación…. “ como algo aparentemente defectuoso puede contener tanta belleza”
- El fuera de la normativa. Como excepcionalidad ya sea en el mundo del vino o ya sea a nivel general. Es marcar perfil propio, también por lo que al diseño se refiere, diferenciar lo que haces de lo que hacen los otros. “Es lo que hacéis en Mas Marinet, trabajar muy fuerte a nivel de concepto o a nivel de lo que pretendéis hacer”. Lo que se debe reflejar en una etiqueta, si se sigue demasiado la normativa integrábamos el producto dentro de un corpus de productos muy estandarizados.
- La idea del tiempo. Hablamos de un producto que no es el reflejo de una cosecha concreta ni de una vinificación, sino que se trata de un producto de un marco temporal muy extendido, muy dilatado… porque las soleres son muy antiguas y después de pasar por una serie de procesos, en un momento dado, “se decide hacer una saca… Por tanto, no tenia que ser un producto ubicado en la contemporaneidad porque hablaba de conceptos muy antiguos” Teníamos que integrar también el concepto tiempo dentro del diseño.
Teniendo en cuenta estos tres ejes, había otra cuestión importante. La tradición visual concreta que este tipo de vinos rancios, dulces… acostumbran a tener. Los dorados… imágenes con un punto extraño, “no acostumbran a ser productos en los cuales la elegancia o el rigor en el diseño, domine. Acostumbran a ser muy vintage o muy viejunas”
I en este contexto empezaron a trabajar. Joan Josep y su equipo, para empezar un proyecto, lo que hacen es crear ideas visuales, inspirándose en “referentes que ya existen para configurar una pieza que trabaje en el mismo universo simbólico pero que sea diferente”. En este caso, fue un poco distinto, porqué el producto era tan especial que no había ningún contexto similar o “no lo supimos encontrar” dijo Joanji. Se pusieron a diseñar, y entonces cuando se dieron cuenta que se podía explicar el proceso de elaboración del producto mediante el diseño. Letras que crecen y decrecen, que de manera muy abstracta pero precisa explicando el sistema de soleras, el paso de la barrica grande a la pequeña, la decantación… como un juego visual que nos permitía generar mucha identidad. Un diseño escalonado, que explicaba tanto la naturaleza del producto como su elaboración. Y escogiendo una tipografía también especial. “cuando hablamos de la no precisión, estamos hablando de la no precisión de una forma muy precisa, sabiendo muy bien, tanto vosotros como nosotros, sabiendo muy bien lo que estamos haciendo” Una tipografía diseñada hace poco tiempo pero que mira atrás y que nos permitía también encapsular este concepto.
“Un amigo mío, al que quiero mucho, con quien estudié, un día miraba cómo trabajábamos[…] y me decía que vosotros hacéis lo contrario de lo que hacen muchos, que intentando sintetizar una idea muy simpe para que se entienda muy rápido. Decía, vosotros lo que hacéis es una nebulosa semántica, o… nubes semánticas… Y con estas nubes semánticas, son como ideas[…] a muchos niveles, donde se encuentra la cultura enológica, el territorio, vuestra personalidad, o la de Sara o de Josep Lluis y Montse…. Hay mil estratos, y lo que intentáis cuando hacéis una pieza, que haya una representación general de todo eso”
I empezaron con la composición: tipografía, imágenes, color… “A nivel del color[…] también trabajamos con unos colores un poco extraños, algo estridentes. Una combinación cromática curiosa”
I después de una primera ola de esbozos, Sara nos pidió que fuésemos más a fondo, y vino una segunda que generó la pieza tal y como está ahora, como la conocemos hoy.
També una particularidad del proyecto fue que como era de tirada muy corta, el mismo formato de etiqueta tenía que servir para dos formatos de botella. Y así lo resolvimos.
“La pieza tiene un componente de riesgo. Es atrevida desde la historia, desde una interpretación… que al final es una interpretación filtrada por nosotros. Es como si repensases una etiqueta que hubiese estado diseñada hace 80 años por personas que son de hoy en día. Al final es como una entelequia, pero también es lo que estáis haciendo vosotros en la bodega, también miráis[…] o intentáis pensar aquellos vinos de hace 100 o 120 año que no os han llegado a vosotros por qué no se habían embotellado… pero vosotros en la bodega, imagináis cómo se hacían, qué expresión podían tener.”
Al final el diseño de una etiqueta “es como una cocreación entre la bodega y nosotros[…] Nosotros no tenemos la respuesta a todo. Abrimos caminos para que, con vuestros ojos podamos llegar más lejos… Somos mensajeros de vuestro mensaje. Intérpretes. No inventamos. Creamos sobre vuestra propia creación”
Gracias Joan Josep Bertran por dedicarnos un poco de tu tiempo.
RANCI DOLÇ DE MARTINET
- Autor de la entrada Por gemma
- Fecha de la entrada 7th diciembre 2020
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RANCI DOLÇ DE MARTINET

Vengo del Sur, del calor, de un territorio con muchísima historia.
La primera vez que probé un vino rancio yo tenía diez años. Acompañé a mi padre a un encuentro con Assumpció Peyra de Escaladei. Desde la altura física y emocional que me permitía la niñez veía la bodega antigua, húmeda, oscura, fría y las discusiones apasionadas entre Assumpció y mi padre como elementos agresivos. Tenía miedo y estaba aburridísima. Al rato, que se me hizo eterno, Assumpció nos invitó a visitar la sala de los Ángeles. Un espacio emocionante, más antiguo que el resto de la bodega y que desprendía aromes de otras generaciones: la sala de los vinos rancios. Y me dejó probar una barrica del 1964, un rancio dulce. Me enamoré, me curó el miedo, me reconfortó y me hizo sentir como en casa, arropada, acolchada.
Pensé que, si algún día tenía que dedicarme a esto de hacer vinos, haría un vino como ese.
El verano de 1995, trabajando ya en Mas Martinet, ayudando a mi padre, fui a pasar unos meses en el Castell de Peralada poniendo a punto el nuevo laboratorio enológico. Durante las largas tardes de Julio, paseaba por los viñedos de Pau, Garriguella y alrededores para no desconectar de una naturaleza que me era necesaria y adictiva. Visitaba a un payés con quien hablábamos de la vida, del oficio y de la memoria, y el último día de mi estancia en el Empordà, me despidió con una botella especial de su bodega.
Era un rancio dulce. Quería sentirme arropada, acolchada, acariciada por muchas generaciones. Como en casa.
Y recordé mi promesa hecha en Escaladei, un noviembre de 1982. Y ese septiembre de 1995 nacía el Rancio Dulce de Martinet. Pero yo todavía no lo sabía
Han tenido que pasar casi 20 años para mostraros el vino que posiblemente menos nos representa como bodega, pero que lleva el alma de la historia del Priorat.
Los vinos rancios son vinos para recibir, para agradecer, para compartir. Se ponen en la mesa por Fiesta Mayor, para celebrar las cosechas, por la llegada de un recién nacido, y os podemos disfrutar porque muchas generaciones han ido cuidando las de esa barrica padrina.
Ser herederos de una historia larga historia que nos representa hace que crezcan las raíces y que podamos agradecer y homenajear aquellas generaciones que han hecho posible que hoy estemos aquí.
Sara Pérez
Mas Martinet
VINOS OXIDATIVOS
- Autor de la entrada Por Maria
- Fecha de la entrada 30th noviembre 2020
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VINOS OXIDATIVOS

Cuando pensamos en vino, ya sea como consumidor, elaborador, sumiller, portfoli managers, comprador o, simplemente, como apasionado; muchos de nosotros pensaremos en blancos, negros, espumosos, rosados…. y finalmente, a lo mejor, incluimos una pequeña casilla o dejamos un pequeño espacio para los vinos “especiales” donde caben dulces, rancios, vinos fortificados, etc.
En los últimos 40 años, las revoluciones en el universo vinícola se han ido sucediendo a una velocidad difícilmente “tolerable” en un sector donde las decisiones se toman, a menudo, para que puedan aprovecharse por nuestros hijos. La llegada de los vinos de fruta, concentrados, maderas nuevas, variedades Internacionales, emparrados en los viñedos, alta tecnificación, etc. Desplazaron un tipo de vino más afinado, suave, con menos carga frutal y menos exuberante. En definitiva, parecía que los grandes vinos clásicos de Burdeos, Borgoña, Rioja, Jerez y Oporto habían caído en el olvido por gran parte de los consumidores. La inmediatez y el impacto a corto plazo se habían impuesto. Los últimos años, con la vuelta de las variedades locales, sistemas de poda tradicionales, vinos equilibrados y crianzas más respetuosas han venido acompañados, también, de una reivindicación de los productos de tradición local, maridajes regionales y consumo de proximidad. Y ahora, abrazamos los vinos blancos macerados con pieles, que incluso nos han aportado un nuevo color a las cartas de vinos. No nos sorprendemos con los rosados envejecidos y con los espumosos con degollado antiguo. Y, lo que por muchos fue considerado un error y/o defecto, actualmente lo vemos más como una virtud y diferenciación.
Es precisamente en las variables del tiempo, en los errores y los defectos, donde los vinos “oxidativos” se sienten cómodos. Ya sea elaborados con velo, dulces envejecidos, rancios secos, sol y serena o mezcla de añadas. Vinos blancos, tintos y rosados secos con crianzas infinitas, aromas complejos y animales, volátiles elevadas, etc… pero que nos piden paciencia para cocinar, para comer y sobre todo largas sobremesas para que puedan explicarnos toda la historia que hay en cada gota, cada sorbo. Pero, por encima de todo, nos exigen tolerancia, aceptación y mente abierta para sacarnos, de una vez por todas, la idea de los defectos, de los errores… y abrirnos al rico patrimonio que la historia y las tradiciones locales nos han dejado a lo largo del tiempo.
Tenemos que buscar en nuestro día a día, ese momento para pensar, reflexionar, leer, conversar, y acompañarlo de una copa de este rico patrimonio que nos han dejado todos los viticultores y elaboradores de todo el mundo. Pero, sobre todo, me gustaría reivindicar todos los vinos oxidativos de la Mediterránea. Creo, no sé si equivocadamente o no, que es precisamente en esta gran zona, con una luz especial, donde estos vinos pueden hablarnos de tradición, de tiempo, de la historia propia y de pasión. Porque… ¿quién dijo que la oxidación es un defecto?
Roger Valls
Mas Martinet