RANCI DOLÇ DE MARTINET
Vengo del Sur, del calor, de un territorio con muchísima historia.
La primera vez que probé un vino rancio yo tenía diez años. Acompañé a mi padre a un encuentro con Assumpció Peyra de Escaladei. Desde la altura física y emocional que me permitía la niñez veía la bodega antigua, húmeda, oscura, fría y las discusiones apasionadas entre Assumpció y mi padre como elementos agresivos. Tenía miedo y estaba aburridísima. Al rato, que se me hizo eterno, Assumpció nos invitó a visitar la sala de los Ángeles. Un espacio emocionante, más antiguo que el resto de la bodega y que desprendía aromes de otras generaciones: la sala de los vinos rancios. Y me dejó probar una barrica del 1964, un rancio dulce. Me enamoré, me curó el miedo, me reconfortó y me hizo sentir como en casa, arropada, acolchada.
Pensé que, si algún día tenía que dedicarme a esto de hacer vinos, haría un vino como ese.
El verano de 1995, trabajando ya en Mas Martinet, ayudando a mi padre, fui a pasar unos meses en el Castell de Peralada poniendo a punto el nuevo laboratorio enológico. Durante las largas tardes de Julio, paseaba por los viñedos de Pau, Garriguella y alrededores para no desconectar de una naturaleza que me era necesaria y adictiva. Visitaba a un payés con quien hablábamos de la vida, del oficio y de la memoria, y el último día de mi estancia en el Empordà, me despidió con una botella especial de su bodega.
Era un rancio dulce. Quería sentirme arropada, acolchada, acariciada por muchas generaciones. Como en casa.
Y recordé mi promesa hecha en Escaladei, un noviembre de 1982. Y ese septiembre de 1995 nacía el Rancio Dulce de Martinet. Pero yo todavía no lo sabía
Han tenido que pasar casi 20 años para mostraros el vino que posiblemente menos nos representa como bodega, pero que lleva el alma de la historia del Priorat.
Los vinos rancios son vinos para recibir, para agradecer, para compartir. Se ponen en la mesa por Fiesta Mayor, para celebrar las cosechas, por la llegada de un recién nacido, y os podemos disfrutar porque muchas generaciones han ido cuidando las de esa barrica padrina.
Ser herederos de una historia larga historia que nos representa hace que crezcan las raíces y que podamos agradecer y homenajear aquellas generaciones que han hecho posible que hoy estemos aquí.
Sara Pérez
Mas Martinet