UNA BODEGA QUE NACE EN 1942

August Vicent nos recibe en el Celler Cecilio con una copa de vino dulce buenísimo… un caramelo, un syrah, dulce natural con 15 años de barrica… y muy buen humor.  Bromista y simpático, dice: “He tratado de conservar la bodega tal y como era” y así es.  Un espacio de recibimiento al visitante muy acogedor, detallista y muy cuidado, que te transporta en el tiempo.

La Bodega Cecilio nace en 1942. El padre de Augusto, Cecilio Vicent (de origen valenciano, concretamente de la provincia de Castellón) se vio reclutado por las tropas de las Brigadas Internacionales sin saber cómo.  Le destinaron a la intendencia de las tropas que se asentaron en Gratallops para vigilar de cerca lo que debía ser la Batalla del Ebro y final de la Guerra Civil.  Los brigadistas instalaron el mando de las tropas en la que sería su casa. Allí su padre conoció a la hija de la casa y se enamoraron. Y cuando acabó la guerra, volvió y se casaron. Una vez casados, el padre empezó a trabajar y recuperar las tierras muy degradadas, e incluso perdidas, de la familia de la madre.  Y se hizo socio de la cooperativa, como no podía ser de otra forma. La llanura de Vilavella, de donde provenía, era una llanura rica en naranjos, pero no viña, así que de vino no sabía. Pero tenía mucho interés en hacer llegar vino a su pueblo y esto, desde la cooperativa no podía hacerlo, porque los estatutos no permitían comercializar el vino particularmente. Fue por esta razón, que aprendió a hacer vino él mismo, siguió algún curso de enología elemental en Tarragona y Penedés, hasta conseguir hacer su propio vino en casa. Y desde que su pequeña bodega empezó. Cuando el Consejo Regulador del Priorat se oficializó, en 1954, fue la primera bodega en inscribirse.

«La decadencia del Priorat comienza en los años 60» dice. Se puso de moda ir a Barcelona y trabajar en la ciudad suponía trabajar de otra manera, quizás más horas, pero también tener más, “podían comprarse un 600 y volver al pueblo a enseñarlo”. Se dejaron de trabajar muchas tierras y el pueblo, poco a poco, fue envejeciendo.

«Se innovó mucho en el Priorat cuando se introdujeron las máquinas de hacer bancales y los vehículos» nos explica. Cuando los animales pudieron descansar, en el Priorat hubo un punto de inflexión.

“En casa” dice de August, “tuvimos la suerte de que papá tuvo una muy buena idea.  La gente de Barcelona iba a visitar a los pueblos y él, empezó a vender el vino al por menor”.  Lo vendían directamente… la gente pasaba por allí y entraba en casa y compraba. Más adelante, la cooperativa también lo hizo (hubiera podido ser al revés, pero fue así).  Porque en el Priorat se producía poco y había muy poco margen para comerciar con el vino. Venderlo directamente era una opción que ofrecía una mejor rentabilidad en el negocio.

Así fueron haciendo, hasta que su padre enfermó y murió en 1986. Su padre no le dejaba hacer nada. Comenta que padre e hijo no se llevaban muy bien.  No eran amigos. Y dice que es un episodio pasado, pero de lo que se lamenta especialmente. Pero la bodega nunca se ha detenido. La bodega sobrevivió. Otras muchas casas en el pueblo también hacían su propio vino, pero no pudieron aguantar. «Nosotros tuvimos suerte» explica.  Pero creo que no fue suerte, sino que supieron aprovechar lo que tenían y eso les permitió superar aquella crisis y continuar hasta la actualidad.

En los años 80, llegaron estos «hippies» hasta entonces, la gente trabajaba la tierra, pero sólo por subsistencia. Y primero me hacían algo de compasión y ellos empezaron a arrancar y trabajar de otra manera y revalorizaron el vino y la tierra. «Quizá económicamente se ha reactivado el pueblo, pero socialmente no, la gente que viene a trabajar es de fuera» nos apunta.

Ahora, la bodega la lleva su hija. Y su yerno. Toda la familia participa del proyecto. Él tiene 76 años y dice que “no puedo quejarme, he superado algún susto de salud, pero… aquí estamos”. Va al campo con el tractor todos los días y labra. Y se le ve contento y satisfecho.

Muchas gracias, Augusto. Por tu acogida, por hacernos sentir como en casa, por ser tan llano y accesible. Mucha suerte y fuerza para continuar Celler Cecilio por muchos años. 

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