Aunque no prestemos atención a las alteraciones que hemos provocado durante milenios y las hagamos naturalizado y, ya lejos de sorprendernos, las sentimos justes y necesarias, no nos redime de ser, día a día y por siempre jamás, responsables. Y una de estas alteraciones brutales a la que dedicamos meses cada año de nuestras vides es la poda de invierno.
La poda es el acto de rejuvenecer año tras año una planta para que nos dé más frutos de los que ella necesita para reproducirse.
¡Uau! ¿Cómo es posible que hayamos conseguido esta alteración de la vida natural en nuestro provecho?
Pues a través de la domesticación, que es el proceso provocado y guiado por el ser humano en que plantas y animales pasan del estado salvaje al estado doméstico para conseguir alimentos u otros recursos. El descubrimiento de la agricultura, del conreo de plantas y de la domesticación de éstas es el eje vertebral de la revolución del neolítico, hace 11.000 año. ¡La primera gran Revolución!
Y llamamos revolución a la creación a escala planetaria de nuevos paradigmas, y la primera tiene que ver con desatarse de las leyes naturales, de los equilibrios naturales vividos hasta el momento. Tiene que ver con cómo el ser humano modifica el entorno a nivel planetario.
Así entendemos la domesticación como la modificación de caracteres morfológicos, fisiológicos y hasta comportamentales, nuevos y hereditarios, debido a la interacción y a la intervención prolongadas y hasta una selección deliberada por parte del ser humano. Y así hemos centrado la evolución de nuestra cultura occidental en la modificación y el control del entorno… para podernos creer el ombligo del mundo.
De hecho, es solo una manera de ver, podríamos habernos centrado en la observación de la naturaleza, como eje de nuestra cultura, y hubiésemos encontrado respuestas distintas, y nos hubiésemos relacionado con el entorno de manera distinta. Pero no.
Para entender este afán de domesticación hemo tenido en cuenta que ocurre a dos niveles, el nivel de especie (que es un nivel histórico, casi planetario, y que tiene que ver sobre todo con la selección) y el nivel de individuo (o de comunidad, y todo lo que tiene que ver con el cuidado directo de la planta o plantas domesticadas aquí y ahora).
Y uno de los procesos más intensos a nivel de individuo es sin duda la poda. La viña no quiere ser podada, la viña se ramifica, sube hacia arriba, se tuerce, se engancha, se aleja, crece, crece, crece y nosotros le damos un espacio pequeño donde moverse, donde crecer, siempre insuficiente. La tutorizamos, la cortamos, la conducimos, la rebajamos, la rebajamos, la rebajamos.
Y la poda, que es el proceso que nos ocupa, es clave en la domesticación de la viña, a nivel de individuo. De cuidados. De responsabilidad. Porque la poda de inverno puede encarnar el acto más agresivo y violento hacia la viña si no somos capaces de tener cuidado, escuchar, observar, tomar conciencia de cada acto, cada gesto, de cuestionarnos y de establecer una relación con el entorno, con la viña que domesticamos.
De hecho, creo que en el cuidado de la vid aquí y ahora, prefiero mil veces la acepción de domesticación de El pequeño principito, A. Saint-Exupéry, 1943.
– ¿Qué quiere decir “domesticar”?
– Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—. Quiere decir “crear lazos”…
– ¿Crear lazos?
– Claro —dijo el zorro—. Para mí, de momento solo eres un niño igual que cien mil otros niños. Y no te necesito. Y tú tampoco no me necesitas. Para ti, solo soy un zorro igual que cien mil otros zorros. Pero, si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Para mi serás único en el mundo. Para ti, yo seré único en el mundo…
(…)
– Solo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los comerciantes. Pero como no hay comerciantes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
– ¿Qué hay que hacer? —dijo el pequeño principito.
– Se tiene que ser muy paciente —respondió el zorro. Para empezar, te sentarás una poco lejos de mí, así, en la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. El lenguaje es una fuente de malentendido. Pero cada día te podrás sentar una poco más cerca…
Y observar. ¿Qué esperamos de la viña?, ¿qué queremos obtener? ¿qué damos a cambio?, ¿cómo facilitamos su crecimiento? ¿su evolución? ¿cómo la cuidamos? ¿cómo la permitimos?
Y así la poda podrá ser un acompañamiento, un entender, un comprender fruto de la observación de la naturaleza, y podremos permitir a las plantas crecer y crecer y ramificarse y expandirse… y a lo mejor un día, nos habremos dejado domesticar por la viña.