LA COOPERATIVA DE FALSET

Nos desplazamos a la Cooperativa de Falset para hablar con su presidente Ricard Rull y la responsable de enoturismo Maria Martí. Nos reciben en los exteriores del edificio más emblemático de Falset: la catedral del vino, un edificio modernista diseñado por el arquitecto Cèsar Martinell. Como la mayoría de las bodegas cooperativas de principios de siglo y gracias a la financiación obtenida gracias al Banco de Valls, la bodega cooperativa de Falset se pudo construir el 1919.

Si el exterior del edificio impresiona, el interior aún más. Su altura y la planta basilical (nave principal y dos laterales, como en una iglesia) nos demuestran que se puede combinar perfectamente utilidad y estética. Y a modo de reliquia, las dos tinas de madera llenas de vermut, originales de 1919, ¡increíble! Y los materiales de construcción son muy humildes, baratos y fáciles de conseguir: ladrillos y piedra; pero utilizados con una gracia funcional excepcional.

Vueltas catalanas soportan las tinas, ahora de acero inoxidable y cemento, y «hacen que haya una circulación constante del aire» como nos explica Maria. Evitando así un sobrecalentamiento y también comunicando pasillos y facilitando el trabajo. También los lagares subterráneos cilíndricos y separados por cámaras aislantes ventiladas. El edificio lo pensaron conjuntamente Cèsar Martinell y el primer enólogo de la bodega, Erasme M. Imbert, quien le planteó sus necesidades para hacer el vino y el arquitecto, supo recogerlo en el diseño.

El techo está hecho con cerchas de madera- La nave central mantiene las cerchas originales y la teja alicantina, para permitir mayor aeración. Su ligereza permitió trabajar sobre columnas de ladrillos más bien decorativas resaltando la elegancia del edificio. También original es el depósito de agua del exterior que ahora podemos ver accediendo a una de las terrazas en las que reposan las damajuanas vacías, pero en muy pocos días llenas de vino a sol y serena, el futuro vino rancio. Una de las estrellas de la bodega, sobre todo en los años 60 y 70,  que se enviaba a Barcelona gran parte de la producción.

De nuevo en el interior, accedemos a un lateral del edificio en el que encontramos la bodega experimental, el antiguo acceso al molino de aceite, que ahora acoge huevos de cemento y damajuanas. Probando cosas nuevas. “no se puede estar nunca quieto” nos dice el Ricardo.

Y es que la cooperativa de Falset está formada en la actualidad por 350 socios y, evidentemente, la sección más importante es la del vino. Pero no siempre fue así. «Otras actividades como la vena de huevos, la manzana o el cereal, han pasado a ser actividades más importantes económicamente por los socios en otras épocas» nos explica el presidente.

Este edificio, al igual que otros de la misma época, representa la manifestación arquitectónica visible de lo que fue el cooperativismo agrario en Cataluña. A finales del siglo XIX, en plena crisis de la filoxera, el país busca nuevas formas de organizar los intereses económicos y sociales del campo.

Campesinos y propietarios van a hacer frente común contra la crisis: a través de estructuras de solidaridad vertical van a intentar adaptar la agricultura a las nuevas condiciones de los mercados agrarios; mantener una cierta paz social e invertir para “adoptar nuevas técnicas agrícolas para impulsar el crecimiento agrario y apaciguar las reivindicaciones sociales de los campesinos” 1. Esta inversión supuso la construcción de infraestructuras complejas y eficientes como esta bodega que nos ocupa.

La profesionalización de la cooperativa supuso un antes y un después y, sobre todo, fue la clave para la supervivencia de la entidad. Los socios se organizan en una Junta Rectora formada por 12 socios, entre los que se elige el presidente, el secretario y el tesorero. Pero la cooperativa no necesitaría de esa Junta para funcionar, los socios solo marcan las directrices y colaboran en todo lo que pueden de buena voluntad.

La infraestructura de la cooperativa es muy costosa, pero en la actualidad se ha apostado claramente por la calidad del producto «Hoy en día no se trata de producir mucho, sino de producir poco y con valor» nos comenta Ricard convencido. Han quedado muy atrás aquellos años en los que se debían más de 3 y 4 cosechas a los socios… Gracias al buen trabajo, se revirtió la situación y ahora están en equilibrio. Y el campesino está contento.

El futuro para seguir apostando per la calidad, el enoturismo (donde la cooperativa también ha sido pionera) y secciones innovadoras, como ahora la futura comunidad energética local, de la cual están ultimando detalles para poder iniciar la actividad.

 

 

  1. Jordi Planas, Tesi Doctoral

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