Mandarinas Barrugat comenzó hace 5 años y es un proyecto de recuperación de una variedad de mandarina: la mandarina fina. Una mandarina de tamaño pequeño y muy dulce, una golosina. La preferida de los más pequeños, pero también la más apreciada por los mayores. Y como tantas otras cosas una incongruencia muy grande: la mejor y la que todo el mundo abandona y deja de trabajar.
Por suerte, poco a poco van encontrando las parcelas abandonadas donde todavía hay esta variedad y las recuperan. Recuperan árboles de más de 70 años mediante la poda: «El arte de la poda en los cítricos, se nota mucho. Sobre todo, en árboles viejos » nos dice Raül cuando nos enseña como su compañero está podando una parcela recuperada justo el año pasado. Y es que las variedades modernas sólo aguantan 20/30 años, nos cuenta. Después de este tiempo los arrancan y vuelven a plantar árboles jóvenes. En cambio, en su caso, están cuidando árboles de más de 80 años, que en años buenos pueden llegar a dar 200 kgs de fruta en lugar de los 50/70 kgs habituales.
Y cuidan las parcelas de forma ecológica, con cubierta vegetal, aportando materia orgánica, con extractos de plantas (cola de caballo, ortiga, caléndula…) que hacen fermentar con agua de lluvia o que hierven para sacar así todas sus propiedades. Aprovechando las hierbas del territorio, las que tenemos más cerca, las más fáciles de encontrar. Y es que cada territorio tiene una o más plantas que se adaptan a las necesidades que el mismo territorio tiene. Y recuperan así también un modelo de trabajo, una manera de vivir, más simple y sostenible.
Situados en Bítem, un pueblo de la orilla del Ebro al pie de la Sierra de Cardó: «muy salvaje, muy salvaje… pero con rincones espectaculares», dice Raül. Un paraje precioso y bastante desconocido. Se han propuesto dar a conocer su entorno.
Y para poderlo explicar comenzarán a reconstruir alguna caseta de campo. Las fincas de la zona son fincas pequeñas y muchas de ellas tienen acceso al río. Y ellos quieren difundir el entorno, lo harán accesible, el Ebro. El río. Una pasarela o un apeadero y pequeños embarcaderos que nos permitirán contemplar de cerca el bosque de Ribera. Chopos, aubes, fresnos… de más de 200 años, impresionantes, las variedades autóctonas (que poco a poco van cambiando por las variedades colonizadoras). Todo un tesoro sólo al alcance de los vecinos pescadores. Hablamos sólo de unos cuantos años atrás, cuando la orilla del río estaba limpia y transitada. Ahora, sin embargo, el bosque ha recuperado su protagonismo y, aunque ya lo han limpiado mucho, necesita acondicionamiento y accesibilidad. Muy pronto. Lo tienen presente y ya están trabajando.
Tener la orilla tan cerca de la finca hace que los pájaros carpinteros, oropéndolas y patos… sobrevuelen los mandarinos y limoneros, reciente plantados. Todo un lujo de biodiversidad.
También apuestan por un modelo turístico más sostenible y respetuoso. Por suerte, no son los únicos del pueblo que apuestan por este modelo. Tienen previsto habilitar una parcela con plazas de párquing para autocaravanas, aprovechando que deben trasplantar unos nogales y que estos árboles ya tienen un marco de plantación más grande. No son unos nogales cualesquiera, producen las nueces pecanas, una variedad proveniente de las Américas muy apreciada gastronómicamente y poco encontrada en nuestro país. Este año, han llegado tarde. El trabajo les ha cogido por sorpresa y no lo han podido hacer. Los pequeños nogales han quedado en el huerto de los padres del Raúl esperando al próximo año. Les será más difícil porque las raíces pivotantes irán creciendo y costarán trasplantar.
Los últimos 10 años han comenzado a recibir visitantes en la zona. Rincones que eran desconocidos ahora ya no lo son: «hoy en día no hay nada escondido. Y cuanto más escondido está y más bonito, más gente vas a encontrar» comenta. Por ello es necesario orientar la masificación. Y por suerte ya están saliendo nuevas iniciativas de territorio siguiendo esta misma línea. Más sostenibles.
Y es que la conciencia es importante. Las zonas rurales se están abandonando y el peligro de fuego toma el relevo. Los grandes fuegos que impactan sobre todo el planeta. Peligrosos. Descontrolados. Demasiado cerca de las ciudades. Nos lo dice Raúl, bombero de profesión aparte de agricultor. El 5% de Cataluña eran bosques, todo lo demás estaba cultivado y no hace mucho, a principios de siglo pasado. Ahora hablamos de un 70% y sigue creciendo el porcentaje. No puede ser. La sociedad debe entender que la agricultura y la ganadería son la clave: «Estos son los bomberos de verdad» dice él. Sólo limpiar los bosques no solucionará el problema porque vamos dejando la hierba segada allí mismo en el bosque, y se seca. Y sus raíces siguen allí. La biomasa, sigue allí. Por lo tanto, ayudar a que el campesino que cuida ese fondo de barranco es importante, porque él hará que el fuego no pase a la otra cima, sólo con su cultivo.
Hay que buscar fórmulas que acerquen el campo a las ciudades. Hay que inventar maneras de hacer llegar al consumidor de las grandes ciudades el producto fresco. De forma que se garantice la subsistencia del campesino de las zonas rurales y facilite un abastecimiento más fresco y saludable. De proximidad. De casa. De temporada. Hay algunos ejemplos en el extranjero de iniciativas que ya están funcionando. También hay asociaciones de consumidores que se dirigen directamente a los productores. «Alternativas hay» como dice Raúl. Hay que avanzar poco a poco en el establecimiento de un nuevo modelo de sociedad que respete y cuide el territorio de forma sostenible que nos respetará y cuidará a todos nosotros. Porque «lo más simple termina siendo el mayor lujo»
Muchísimas gracias Raül Colomé por enseñarnos tus parcelas y explicarnos el gran trabajo de cuidado y recuperación del territorio. Os deseamos mucho éxito en vuestro proyecto.