Hablar de suelos vivos implica hablar de Herody y su método de reconocimiento de suelos. Ya hace tiempo que aquí en Mas Martinet, participamos en una formación impartida por Jean Pierre Scherer, experto en edafología y agricultura biológica, en la que se explicó este método que nos acerca a nuestros suelos con técnicas muy sencillas y de fácil comprensión.
Un método que implica ir a la viña… elegir un punto a reconocer y hacer un agujero. Un agujero de unos 45/50 cm de profundidad. Lo ideal sería llegar a encontrar la roca madre, pero esto no siempre se consigue fácilmente. Tendremos que hacer tantos agujeros como perfiles de suelos tengamos. Tomaremos muestras de tierra de dos horizontes, de la parte más superficial y de la parte más profunda, para detectar diferencias de color, estructura, humedad… También conoceremos la composición, el nivel de PH del suelo y, con él, la capacidad de asimilación de minerales. Y, en definitiva, obtendremos una fotografía del estado de fertilidad en que se encuentra nuestro suelo.
Poder hacer un churro o un croissant con la tierra algo húmeda nos puede decir el nivel de arcilla de nuestro suelo. Añadir unas gotas de agua oxigenada en la tierra y escuchar su reacción nos permitirá saber el nivel de actividad de la materia orgánica y su facilidad de degradación. Conocer el PH, el nivel de acidificación, nos explicará la capacidad de asimilación de minerales.
Pero como análisis cualitativo aquí «no hay nada ni bueno ni malo. Cada suelo tiene su genética. Y cada suelo tiene su potencial» nos dice Sara Pérez mientras observa la muestra de tierra y va sacando las partículas más grandes.
De entrada, el Priorat cuenta con un clima que mineraliza, que genera mucha materia orgánica móvil (que quiere decir que se degrada con mucha facilidad). Y nuestros suelos no son calcáreos, tienen muy pocas arcillas, es decir poca capacidad de captación de materia orgánica. Y esta poca que hay se moviliza fácilmente y, por tanto, con las lluvias lixivia (se disuelve) y se pierde. «¿Y qué hacemos? Pues… todo aquello que culturalmente sabemos que favorece al humus estable, la humificación en el suelo« nos sigue explicando. Como sería la utilización de la paja como cubierta, para no favorecer la mineralización. Pero sin pasarnos, porque durante mucho tiempo, sabiendo de donde partíamos hemos estado utilizando compuestos muy maduros, cubiertas vegetales, sin labrar… quizás hemos ido al otro extremo.
«Lo ideal sería, que consiguiéramos en la parte de arriba (en el horizonte más superficial) el humus, que es la parte orgánica estable, y donde viven gran parte de microorganismos que transforman» nos explica Pere Vall.
Y volvemos a tapar el agujero y bajamos las muestras en el laboratorio de la bodega. Para dejar que la tierra se seque completamente y así aprovecharla para hacer cromatografías. Y seguir analizando y guardando estos análisis en nuestro archivo. Para poder comparar con los años que vengan y conseguir indicadores fiables que nos expliquen de dónde venimos y hacia dónde vamos. Si el suelo está envejeciendo y perdiendo su fertilidad o si estamos consiguiendo revertir este envejecimiento y mejorando sus condiciones con nuestras actuaciones.
Entender y sentir nuestra tierra.